Cuenta la historia, a través del Evangelio según Mateo, que cuando nació Jesús una estrella anunció su nacimiento y guió a los tres magos desde el poniente hasta el lugar donde estaba el Niño Jesús.
Esta estrella se llamaba la Estrella de Belén y su brillo era una forma de representar que Jesús sería la luz del mundo.
Los antiguos astrólogos solían creer que algunos fenómenos ocurrían debido al nacimiento de un rey, por lo que habrían considerado la aparición de la estrella como un anuncio del nacimiento de Jesús.
Este hecho está registrado en la Biblia, caracterizando bien este pasaje, donde se cita el discurso de estos: “¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque desde el oriente vimos su estrella y venimos a adorarlo" (Mateo 2: 1-2).
Los tres magos fueron Melchor, Baltasar y Gaspar, quienes llevaron incienso, oro y mirra para regalar a Jesús, ya que cada uno de ellos tendría un significado importante para su vida.
El incienso fue dado para mantener protegido al bebé, representando la fe, la oración que llega a Dios a través del humo.
El oro se ofreció para representar a la realeza, para traer riqueza, providencia y protección divina.
La mirra, un aceite extraído de un árbol del mismo nombre, considerado antiséptico, fue entregado a Jesús como regalo para limpiar su cuerpo y al mismo tiempo protegerlo de las enfermedades.
Los astrónomos del siglo XVI explicaron que si la estrella de Belén fuera un cometa, sería el cometa Halley. Sin embargo, este cometa apareció mucho antes del nacimiento de Jesús, en el año 12 a.C. Además, otros cometas podrían haber sido confundidos con la estrella de Belén, pero los registros astronómicos muestran que ninguno de ellos pasó por Judea y se puede ver a simple vista, en tiempo del nacimiento de Jesús.
Hoy en día la estrella de Belén se caracteriza por ser un importante símbolo navideño, teniendo una cola mucho más grande que su tamaño.
